Otro condicionante en la elección
de especies ha sido la naturaleza de los dos especímenes ya existentes en el
lugar del proyecto, un Metrosideros y una Tuya. Debo confesar que yo nunca
asociaría estas dos especies porque, en mi personal clasificación de plantas,
cada una corresponde a un contexto bien distinto. Cada planta, a mi parecer,
trasmite una determinada sensación o conjunto de sensaciones. En eso influye su
lugar de origen, su aspecto, pero también otras características como por
ejemplo el uso que se ha hecho de una determinada planta en el curso de la
historia de los jardines. No es lo mismo un rosal que una photinia, un olivo
que un carballo. En fin, cada planta tiene su propia idiosincrasia. En el caso
concreto: el Metrosideros es un árbol que evoca exotismo mientras que la Tuya
expresa una fuerte dosis de clasicismo. Vamos, que están casi a las antípodas y
por lo tanto resulta casi imposible encontrar buenos compañeros que funcionen
para los dos. Lo que combina con uno riñe con el otro.
No obstante, considero que
el Metrosideros es un buen árbol para un recuncho. Su copa densa crea cierto
recogimiento y solo hizo falta eliminar alguna rama baja justo allí donde está
colocado el banco para acentuar la sensación de recuncho en la zona próxima al
árbol. Ahora uno tiene la sensación que el árbol acoge el banco (y cualquiera
que se siente allí) bajo la ala protectora de su copa. Una bonita silueta y un
simple banco de madera y el lugar empieza a tener un encanto especial.
He querido utilizar elementos vegetales que alteraran lo menos posible
esa sencilla composición. Generalmente se escogen las plantas por la
espectacularidad de su floración, pocas veces por su forma y su follaje y se
destruye así el delicado equilibrio compositivo con la introducción de una
planta de impresionante floración, pero inadecuada. Una alfombra verde
constituida por decenas de rosetas de Aeonium me ha parecido lo más
acertado para revestir la jardinera principal anexa al banco. Las rosetas de
color verde claro y brillante contrastan estupendamente con el follaje oscuro
del Metrosideros. Su escasa altura da solidez a la jardinera y no interfiere
con la arquitectura de los múltiples troncos del árbol.
El Hombre (y la Mujer) disfrutan sobremanera de la magia de las flores y por eso me ha parecido oportuno incluir en el recuncho plantas de abundante floración. No he dudado ni un momento cuando, entre las centenares de opciones que puede ofrecer un vivero, he visto la que yo identifico como el Cistus x scanbergii (por que la mayoría de las veces las plantas no llevan etiqueta?), la jara de Lampedusa. Para los que todavía no se han dado cuenta: Sicilia es mi tierra de origen y Lampedusa es una de las varias islas menores, paraísos naturales, que pertenecen a la isla grande. Esa jara produce miríadas de flores de color rosa ligeramente asalmonado. Su follaje verde azulado tampoco desmerece y su forma globosa me ha parecido perfecta para los tiestos altos.
El rosa y sus adyacentes son
los colores del recuncho. El rosa es un color razonablemente relajante y
armoniza con la vistosa floración roja del metrosideros. También produce un
bello contraste con el follaje amarillo de la Tuya. Las umbelas de la Spirea
japonica (quizás Anthony waterer) no podrían tener mejor fondo para
lucirse. Un Carex completa el conjunto con su follaje en cascada.
Es fácil intuir que frente a la envergadura de los especímenes existentes cualquier elemento vegetal procedente de vivero aparece ridículamente pequeño. Esa inexorable desproporción solo el tiempo podrá subsanarla. De momento intentaré compensar el escaso porte de los arbustos con grupos de plantas herbáceas de flor que refuercen la nota de color del recuncho".
Texto de Salvatore Parisi
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